
“Agua (Water) de Deepa Mehta es una película magnífica. El reparto coral de mujeres en la casa de viudas es excepcional: intimistas, dolidas, heridas, envidiosas, corruptas, tiernas, duras. El fluido lirismo de la cámara contrasta extrañamente con las áridas dificultades de las vidas de los personajes. Es una película con comentarios serios acerca de la aplastante situación vivida por las mujeres sometidas a religiones y dogmas sociales atrofiados. Tiene la gran cualidad de contar la historia desde el interior de sus personajes, sacando el drama humano y conmoviendo el corazón de modo inolvidable”
Salman Rushdie
“Los libros sagrados dicen que una viuda tiene tres opciones: Casarse con el hermano más joven de su marido, arder con su marido o llevar una vida de total abnegación.»
Las viudas son consideradas de mal augurio en la India y muchas veces se dice que son las causantes de la muerte del marido. Por ese motivo se las obliga a expiar sus culpas recluidas en un ashram (mitad asilo, mitad convento) que acoge gratuitamente a algunas de las viudas y en las que éstas rezarán el haré krishna durante 4 horas por tres rupias o, si hay suerte, por un poco de arroz. Otras se prostituirán.
De acuerdo con el Código de Manu, la mujer india nunca podrá ser independiente: «Una viuda debe sufrir mucho antes de morir, debe ser pura en cuerpo, pensamiento y alma», dice el texto. Otro texto sagrado, el Skanda Purana va más allá: «Un hombre sabio debe evitar a las viudas, aún sus bendiciones, como si fuera el veneno de una serpiente».
Algunas mujeres llegan al ashram por religión, pero las más de las veces son obligadas a hacerlo. No tienen elección. Las familias quieren quitárselas de encima. Es cierto que el gobierno les asigna una pensión de 1800 rupias anuales (unos 30 euros) pero esto además de ser muy poco, muchas veces no les llega. Solo un 25% de ellas la recibe porque la burocracia es muy complicada y la mayoría de estas mujeres son analfabetas con lo cual algunas ni siquiera saben que existe y se dedican a mendigar.
Ocasionalmente llegan al ashram mujeres educadas por distintas razones. Si muere el marido los hijos se quedan con toda la herencia aunque la ley reconoce el derecho de las viudas a heredar, cosa que casi nunca ocurre.
Pero lo que sorprende es el altísimo número de muchachas jóvenes. En la india es costumbre casar a las jóvenes a edades muy tempranas, casi niñas, con hombres mayores. Cuando el hombre muere un segundo matrimonio es casi un imposible. En la India hay 33 millones de viudas y aunque algunas no están en tan mala situación, existe un estigma social que les impide trabajar y muchas veces reciben malos tratos por parte de sus familias. El ashram les permite apartarse de ese deprecio y muchas mujeres se resignan, sin más.
El film Agua, de Deepa Metha, relata la historia de una niña en la india colonial, en el año 1938, durante el movimiento liberador encabezado por Mahatma Gandhi: casan a Chuya, una niña de 8 años con un hombre moribundo acaudalado que fallece esa misma noche. Su cuerpo es quemado y arrojado al Ganges como es la costumbre, mientras Chuyia se prepara rapádonse la cabeza para lo que le depara el destino, ser recluida en un ashram para el resto de su vida.
Madhumati, una viuda de 70 años, es quien regenta la casa. Durante el día se despacha dando órdenes desde su sillón y de noche, tumbada en una cama atiende a los chismorreos de Gulabi, su único amigo, «eunuco y alcahuete.»
Agua es una historia de amor entre Chuyia y un brahmán, Narayan, que conoce a las orillas del río, quien acaba de terminar sus estudios de derecho y es un ferviente seguidor del movimiento «Marchaos de la India» que preside Gandhi.
En el año 2000 y a pesar de haber conseguido todos los permisos para rodar la película en Varnasi por parte del gobierno, el rodaje tuvo que ser suspendido por la ola de manifestaciones y protestas que suscitó la temática de la película. Cuatro años más tarde pudo retomar el rodaje en Sri Lanka, pero Mehta se convirtió en persona “non grata” en su país por haber enseñado al mundo imágenes rechazadas por la cultura india.
Metha denuncia en sus películas el fundamentalismo religioso de su país y la ignorancia que aun pervive. «En la actualidad, explica Deepa Mehta, hay en India 34 millones de viudas, 11 millones de las cuales viven en ashrams en medio de una miseria absoluta.
Lo que sí ha cambiado, añade, es que los matrimonios de hombres mayores con niñas hoy están prohibidos. El drama de Chuyia, por tanto, en los tiempos que corren sigue siendo factible, con la salvedad de que la protagonista debería ser algo mayor.» Lo que Metha lamenta es que pese a las políticas sociales y la actividad de las ONGs, se mantengan tradiciones execrables como la de encerrar a las viudas de por vida en la mayor de las miserias. «El problema, según lo veo yo», reflexiona la directora, «es de base. Son las propias mujeres las que se avienen a estas costumbres porque creen que si no lo hicieran traicionarían los textos sagrados, renegarían de su religión».
Pero Metha no se circunscribe a lo que ocurre en la India. Su dedo señala a todas los integrismos: «A mi juicio, las grandes religiones del mundo han sido mal interpretadas, lo que conduce a unas reacciones que, personalmente, me asustan mucho».
Destaca en la película el talento de la actriz que representa a Chuyia, la cingalesa Sarala, y John Abrahams, estrella de Bollywood.