Prácticamente no existen personas que no disfruten bailando. A diferencia de otras prácticas de ejercicio, no existen barreras de edad para comenzar a bailar. De hecho el bailar es una práctica ancestral inherente a los seres humanos y si tenemos en cuenta a su predecesora, la expresión corporal, a todos los seres vivos.
Uno de los beneficios de bailar es que combate la depresión leve y, según un estudio publicado en el International Journal of Neuroscience, además de prevenir la depresión, la terapia de movimiento de la danza también constituye una terapia para el estrés gracias a la regulación de los niveles de serotonina y dopamina en el cuerpo. Teniendo en cuenta que la danza es una actividad social, permite abolir la sensación de aislamiento que padecen las personas depresivas y algunas personas mayores que viven solas. Bailar eleva tu autoconfianza y tu autoestima y ayuda a mantener una actitud positiva no solo por la socialización que implica sino porque aprendes a dominar nuevos pasos y destrezas.
Un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, asegura que bailar puede contribuir a aumentar la memoria y a prevenir la aparición de demencias. El ejercicio aeróbico permite revertir la pérdida de volumen del hipocampo, zona del cerebro relacionada con la memoria que disminuye a medida que se envejece. Asímismo, bailar aumenta la agudeza intelectual en personas de todas las edades y se ha demostrado que personas con Alzheimer consiguen evocar recuerdos cuando bailan al son de alguna música que les es conocida.
Una forma de incrementar la agudeza mental es aprendiendo cosas nuevas y la danza, de cualquier estilo, es una de ellas. Cuanto más difíciles sean las clases mayor es el incremento de la conectividad neural al crearse nuevas conexiones neuronales.
Puedes escoger entre muchos tipos de baile, jazz, bachata, zumba, tango, contemporánea, hip-hop, reggaetón, ballet clásico… Todas las formas de baile pueden resultar igualmente eficaces y de todas puedes sacar provecho para llevar una vida sana.