
El paradigma médico-farmacéutico siempre ha visto el efecto placebo como un obstáculo o una suerte de engaño que difumina los efectos auténticos de los medicamentos y de los tratamientos «verdaderos». Sin embargo, desde una perspectiva evolucionista se lo ve como una adaptación que abre puertas a nuevas formas de cura siempre que tal efecto recorra los mismos circuitos neurobiológicos que las medicinas, y lo haría de manera bastante más económica e inofensiva.
Nuestro organismo, lo mismo que los de todos los seres vivos, consume recursos. Los genera o se los provee de otras fuentes y para ello desarrolló modalidades poderosas de engaño y autoengaño. En nuestra especie la infancia es una etapa de absoluta dependencia respecto al mundo que nos rodea y nuestra dependencia del entorno desempeña un papel muy importante en lo que se refiere, entre otras cosas, a la sociabilidad, que es nuestro soporte neurobiológico de la respuesta placebo ya que enfermar supone un enorme consumo de recursos: «El organismo ha de llegar a un equilibrio entre los gastos destinados a curarse y los que destina a procurarse recursos y sobrevivir.» La cuestión que se nos plantea es cuándo nos conviene curarnos o si conviene curarnos ahora, justamente, y consumir cuidados.
En el caso del hámster siberiano la pregunta es ¿me conviene curarme en invierno o en verano? Muchas especies animales tienen una u otra respuesta inmunológica dependiendo de la época del año. En condiciones de laboratorio se observa que el hámster siberiano no aporta ninguna respuesta inmunológica cuando en su jaula se simula que está en invierno, pero sí lo hace cuando las condiciones le muestran que está en verano. Según Peter Trimmer, la explicación es que en verano hay comida y entonces vale la pena curarse. La causa es que mantener el sistema inmunológico activo es costoso de cara a los recursos consumidos por el organismo, tanto como para poner en peligro su integridad física si carece de dichos recursos. Mientras la infección o la herida no sean letales, más vale esperar. En ciertos ambientes los animales viven y se reproducen más incluso soportando sus heridas que en ambientes más favorables en los que se torna viable y conveniente curarse y reponer energías.
Esto muestra que existe un interruptor del sistema inmune que depende de las condiciones medioambientales lo cual también es aplicable al ser humano: “’Si te rompes un pie, normalmente pones todo tu esfuerzo en el sistema inmunológico para curarte cuanto antes. Pero si ves que se te está acercando un depredador -un león por ejemplo- es mejor no concentrar tus esfuerzos en curarte sino en escapar’, explica el científico.» Es más acuciante sobrevivir que curarse. Pero en el caso de los seres humanos el interruptor del sistema inmune también está modulado por las interacciones sociales, no solo por las medioambientales. A diferencia de otros primates los seres humanos somos una especie heterocuidadora y no nos autocuramos solos. La interrelación entre el cerebro social y el movilizado por la respuesta inmune o placebo no es casual. «Ser cuidado, recibir ayuda, entraña aceptación, pertenencia al grupo, una seguridad muy trascendente en una especie social como la nuestra.» Que el médico te dé algo para curarte supone una garantía de que vas a curarte y de que estás recibiendo ayuda. Importa tanto el medicamento como el medio social. Al no tener que temer por la ausencia de recursos, el interruptor se activa. Nicholas Humphrey, en quien se basa Trimmer para proponer su modelo, sostiene que nuestro organismo tiene algo así como un gestor de gastos, una especie de ministerio de defensa que ante la presencia de un invasor (una herida, una infección, un virus), va a determinar la cantidad de recursos de los que hará uso según lo estime conveniente. Si esto fuera así el efecto placebo actuaría reasignando recursos, crakeando el sistema de contabilidad de acuerdo con la lógica subconsciente, sin que el paciente sepa que se está autoengañando. Pero el efecto placebo será efectivo siempre y cuando haya recursos disponibles, el ministerio de defensa o gestor de gastos autorice el gasto y el invasor sea todavía manejable. Por otra parte, pocas son las personas que pueden activar el interruptor o desactivarlo de manera conciente. La mayoría necesitamos la presencia de una autoridad (un médico, un psicólogo, un psiquiatra o un chamán) como si necesitáramos de un permiso especial para autocurarnos.
Lo que Humphrey entiende es que desde siempre hemos contado con la asistencia de un otro para curarnos. Y hoy en día, aun más. La adaptación de nuestro cerebro al efecto placebo derivaría de una liberación preferente de dopamina y en segundo término de otros sistemas cerebrales que fueran puestos en marcha por sujetos capaces de autoengañarse gracias a la colaboración de dichas autoridades, lo que hubo de ser favorecido por la selección natural.
En suma, los organismos vivos tiene la capacidad de inducir respuestas nerviosas, endocrinas o inmunitarias tendentes a la curación y a la minimación de daños, «de retrasar, adelantar, posponer, aplazar, sobreactuar o suspender sus respuestas inmunitarais» esperando tiempos mejores. Por último, en nuestra especie, necesitamos una buena razón para curarnos, si los beneficios son mayores que los perjuicios y del mismo modo seguir enfermos si los recursos externos no son superabundantes, tal y como suelen ser en la actualidad.
Todos los síntomas ya sean fisiológicos o psicológicos son una forma de «conducta de enfermedad» que actúa a modo de señal de que necesitamos ayuda. Pero oponerse al dolor causado por estos síntomas (tos, anginas, fiebres, fobias, depresión, etc.) supone ciertos costes, así «La depresión puede conducir a un aislamiento social y a pérdida de iniciativa, o el llanto pidiendo ayuda puede llamar la atención de nuestros amigos pero también de nuestros enemigos.» Con lo cual a veces resulta mejor seguir sintiéndose mal pero en otras ocasiones, no. Y lo mismo supone la curación.
En cualquier caso, no todos respondemos igual al placebo. Se sabe que éste es más efectivo en el caso de un malestar que en el caso de una enfermedad: «no hay que olvidarse nunca de la historia de los hámsteres siberianos y elegir para curarse -como en el cuento de Nasrudin- aquel lugar donde haya más luz, con independencia de donde se perdiera la llave.»
Fuente
http://pacotraver.wordpress.com/2012/09/12/placebo-el-punto-de-vista-evolucionista/