
El envejecimiento es un proceso degenerativo que afecta a todos los organismos pluricelulares incluyendo al hombre. A pesar de que el envejecimiento se conoce y ha sido tema de preocupación desde el origen de la humanidad, el mecanismo biológico por el cual ocurre y se regula sigue siendo desconocido. Lo que sí se sabe es que con el aumento de los conocimientos se produce simultáneamente un declive en el procesamiento cognitivo, esto es, de los recursos mentales para procesar dichos conocimientos. Lo que decrece es la velocidad con que se llevan a cabo las operaciones mentales, el funcionamiento de la memoria operativa o totalidad de la energía disponible para llevar a cabo dichas operaciones, la función inhibitoria (inhibir la atención frente a la información no relevante), la concentración y el funcionamiento sensorial.
En la actualidad la edad de la población, en general, aumenta y a la vez aumentan las exigencias para adquirir, manejar y difundir información como resultado de los avances tecnológicos, de ahí que sea responsabilidad de toda la sociedad el evitar el deterioro de las habilidades mentales de los mayores en lo que se refiere a tomar conciencia de sus propios procesos cognitivos para así ganar en autonomía; facilitar la creación y uso de estrategias de pensamiento y de solución de problemas que den lugar a una mayor flexibilidad mental; lograr transferir el significado aplicado de unas tareas y situaciones a otras; y poner el acento en las actitudes que despierten confianza, autoestima y motivación para el desarrollo intelectual y personal. Y todo esto porque así como nuestro cuerpo requiere ejercicio físico, nuestra mente necesita que se la entrene mediante estímulos y tareas acordes con nuestro estado mental, el cual varía de persona en persona.
Los primeros síntomas de deterioro mental que se observan son las dificultades para mantener la atención. El cerebro de las personas mayores almacena desordenadamente la información de manera que pueden confundirse al evocarla. La memoria a corto plazo es la más afectada. Se produce por lo general un enlentecimiento de la función cognitiva, esto es, un enlentecimiento de la capacidad de respuesta, aun cuando no pierden su capacidad para realizar nuevos aprendizajes.
Hoy se sabe que existen funciones mentales que van a menos con el paso del tiempo y otras que se mantienen a lo largo de la vida o se incrementan, como es el caso de juzgar y comprender situaciones.
Una manera de estimular la mente, según los expertos, es evitar los automatismos. Por ejemplo, se puede variar la localización de los objetos a nuestro alrededor, usar el reloj en la mano derecha, cepillarse los dientes con la mano izquierda, leer artículos o libros complejos o que no nos interesan, memorizar listas, asociar palabras, cambiar el derroteo de casa al supermercado, realizar ejercicios de matemáticas, jugar a recordar por recordar, repetir, repetir y repetir, intentar organizar la información, crear imágenes mentales de lo que se quiere recordar y ayudarse con agendas y libretas.
Hay que tener en cuenta que a ciertas edades se padecen pérdidas tales como el puesto de trabajo, personas queridas, relaciones sociales, y de salud en general que afectan de una manera u otra a nuestra capacidad mental, pero no así a la capacidad del habla. La mayoría de las personas conservan su capacidad de comunicación y lenguaje intacta lo que les permite compartir experiencias y establecer nuevas relaciones. Pero la jubilación, en nuestras actuales circunstancias implica un cierto aislamiento y una pérdida de la independencia económica que convierte a las personas de mayor edad en una carga para sus familias. Este hecho, más la idea de la cercanía de la muerte, las desmotiva al punto de que pueden perder la voluntad de continuar vivas y socialmente activas. Ese malestar puede influir en los procesos mentales aun cuando hoy más que nunca existen estrategias para detener el deterioro mental gracias a los avances en el conocimiento de la plasticidad sináptica.
En cualquier caso es fundamental perseverar en mantener la actividad intelectual como forma de prevenir por ejemplo, la demencia, en personas propensas a padecerla.