
La frase popular “el tiempo lo cura todo”, dice mucho acerca del duelo y la separación. Hay un ir y venir, un paso a paso que en el día a día permiten aprender a difuminar el disconfort que crea el trauma, esto es, la ruptura.
De hecho la misma separación puede ser el momento de reparar lo que se ha hecho mal y recomponerlo o repararlo. Es indispensable identificar la función que cumple la nostalgia, nostalgia exactamente de qué, nostalgia de a qué nos aferramos para mantener la situación desgastante y angustiosa de duelo y poder rellenar el vacío que deja el desarraigo.
«Si bien es cierto que el olvido no se presenta de manera efectiva y total, sí es posible bloquear el recuerdo o reelaborar los sentimientos y emociones que lo acompañan o, como lo diría el análisis del comportamiento, las respuestas emocionales condicionadas negativas pueden ser nuevamente condicionadas positivamente.»
El dolor y las heridas de una mujer que pasa por una ruptura afectiva pueden ser subsanadas recuperando el amor propio. Las fantasías de rechazo que son omnipresentes en estos casos ayudan a aceptar el duelo de la separación pero entendiendo que la renuencia a tomar distancia para separarse temporal y emocionalmente del pasado es como un bucle que nos hace evocar el pasado y las maniobras aprendidas que nos ayudan a dar un paso adelante hacia la aceptación y la recuperación. Y es necesario salir del bucle y adoptar aquellas formas de actuar y de pensarnos que nos hagan ver una puerta abierta por delante de nosotras.
Una vez que has hecho todo por salvar la relación, puedes sentirte libre de toda culpa, y darte cuenta de que no eres tan horrible como te lo figurabas o como otros podían hacerte pensar. Muchas veces la separación supone quitarte un lastre de encima, una forma de recuperar tu dignidad, madurez e independencia, un modo de reconciliarte contigo misma y respirar aire fresco. Cada uno tendrá que labrarse su propio camino.
Fuente
www.scielo.br