
Mientras que en la sociedad occidental va calando la «onda retro» y el vintage, entre los jóvenes emerge un tipo de sujeto autónomo y post-postmoderno, una de cuyas características es la de pertenecer a alguna «tribu» urbana. Ya no se habla de hippies ni de New Wave que involucraban al conjunto de los jóvenes, clases sociales o estamentos, sino de tribus como pueden ser los góticos, los celtas, los punk, los skaters, los rastafari y los skinheads o cabezas rapadas. A excepción de estos últimos, que son una tribu discriminatoria por definición, el resto son pacíficas y se expresan, bien a través de la moda particular de cada una de ellas, bien a través del tipo de música que las identifica. Pero son las tribus las que dependen de la moda y no tanto a la inversa, aunque esta última se nutre también de ellas en la medida que marcan «ondas» en el modo de vivir y sobre todo de vestir.
Es en el contexto de las tribus que los jóvenes huyen del individualismo reinante unidos emocionalmente a su comunidad o grupo. Una tribu es una comunidad emocional que combate «la racionalidad formal, instrumental, productiva y calculista» de forma soterrada para contrarrestar y hacer frente a la uniformidad y la verticalidad de nuestra sociedad a través de una nueva forma de sociabilidad grupal no jerarquizada y alejada de lo político y de la globalización, y de la neutralidad de la metrópolis, para así hallar su propio espacio físico íntimo en el que compartir su individualidad y sus símbolos.
La política ya no es el eje vertebrador de estos grupos como lo era en los años ’60-’70, fruto del escepticismo que se impone en la actualidad frente a la tarea de hallar una explicación a la totalidad. Con ello surge un pluralismo radical y la búsqueda de lo micro y lo experiencial. Si antes la rebeldía juvenil se expresaba contra lo establecido (contraculturalmente) y se planteaba una utopía histórica que diese cuenta de la realidad social para cambiar el ordenamiento de las cosas, ahora ya no existen referentes comunes entre jóvenes y adultos; ahora existe el binomio fantasía-realidad. Se trata no de cambiar este mundo sino de crear otro nuevo en paralelo. La literatura ya no es la que marca el paso, sino el cine. «Las películas, como Matrix y el Señor de los Anillos, son expresiones de una antropología implícita porque transmiten una imagen sobre la comprensión del ser humano, su significado y su ideal.» Lo mismo que la música, como el rap y el hip hop, son las señas de identidad y de expresión.
Lo afectivo se opone a lo racional objetivo. Pero las relaciones son efímeras y muchos pertenecen a más de una tribu dando paso a la espontaneidad de los lazos que se mantienen y/o se difuminan.
La historia ya no tiene sentido y es por allí que desaparecen las utopías y las ilusiones y se enraíza la desesperanza. La sociedad es el espectáculo y los jóvenes no se adecuan a su función de mero espectador. Reclaman para sí lo auténtico, lo no visto antes, como fuente de autoafirmación: «la juventud ya no es simplemente una etapa de adaptación a los modelos sociales parentales, sino una verdadera cultura que va creando significados y símbolos que rompen con la realidad vigente.» Se apartan de los roles preestablecidos y de la sociedad del consumo y del mercado, de la «sociedad empresa» que configura para ellos el mundo adulto sin que existan otras alternativas, que es lo que ellos buscan a la desesperada. Buscan un refugio contra la frialdad reinante, la competitividad y la discriminación en pro de algo que les otorgue un sentido profundo, a sus vidas y a sus historias. Solo un mundo adulto capaz de autocrítica puede juzgar o platicar con este submundo de jóvenes que les resulta incomprensible, pero que son producto de lo que los propios adultos establecieron para ellos: una cultura cortoplacista y enfocada al éxito, inestable y frenética pero sin dirección.
Sería incorrecto entonces tachar a esta juventud de superficial sin caer en la hipocresía que ella misma denuncia ávida de una imbricación mayor y cuestionamiento profundo de lo social.
Así, por ejemplo los góticos, resultado del fracaso punk de los ’80, se expresan a través del luto y la muerte. Su infancia fue una infancia de soledad o de rechazo y muchos de sus rituales están ligados al ocultismo, a la asistencia a cementerios, al vampirismo y los pactos de sangre llegando a caer en la necrofilia. Muchos de los que se adhieren a este grupo acaban sintiendo un desapego profundo de la vida cuando no en el suicidio.
La mayoría de estos grupos surgen en torno a bandas musicales y personas que lucen un look llamativo y distintivo, y predican una ideología o creencia concreta incluso dentro del cristianismo. Los seguidores los imitan y los siguen a través de las redes sociales donde tienen a veces miles de fans, tal es el caso los visuals, cuyo máximo referente es el grupo nipón de los Glam Visuals Scandals de heavy metal, o los watchiturros en Argentina cuya música es una mezcla de cumbia y reggeaton, los floggers cuyos exponentes llegan a cobrar entre 600 y 4000 pesos por pisar la pasarela y firmar autógrafos, y los emo. «La identidad de cada una de estas tribus variará según su ideología y según la persona misma; por ejemplo, mientras que los skinheads son de tendencias violentas, los hippies que aun hoy quedan no rivalizan contra ningún grupo, pues son pacifistas y no hay grupo alguno que les sea íntegramente opuesto.» Lo que es pues sustancial para cualquiera de estas tribus o subculturas es «el compartir una serie de símbolos, tradiciones estables y la venta colectiva hegemónica.»
«La tradición constituye la indispensable memoria colectiva, lo cual no puede confundirse, por una parte, con el tradicionalismo de la conciencia que no asume las nuevas expresiones del presente, como, tampoco, por otra parte, con la destradicionalización de la conciencia (Ulirich Beck) que desconoce la sabiduría de la experiencia del pasado.
En este diálogo es preciso superar la tendencia de conformarse con un pensamiento débil configurado por meras opiniones y simples datos donde impera la dictadura estadística. Ya es hora de dejar de ser un mero espectador, donde los medios piensan por uno y las imágenes fugaces desplazan por completo la profundidad reflexiva.»
Fuentes
http://soloporgracia.galeon.com/aficiones1474818.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Subcultura
http://www.elrepuertero.cl/admin/render/noticia/13400
Imagen
http://es.wikipedia.org/wiki/Skinhead