
Es corriente escuchar por ahí que el leer se va a acabar. Que con la televisión, internet y twitter, dejaremos la lectura como un mero hobbie marginal en nuestras vidas. Que vivimos, en fin, en un mundo audiovisual.
Pero lo cierto es que leer requiere concentración y dedicación y nos permite experimentar sensaciones que no se experimentan por ningún otro medio. La lectura nos permite profundizar, ampliar nuestros conocimientos e impregnarnos de emociones. De hecho, comparativamente con sujetos analfabetos, las personas lectoras pueden captar señales visuales y procesar el lenguaje de manera diferente, además de que pueden razonar y formar recuerdos de forma cualitativa y cuantitativamente más amplia y duradera. Incluso deifieren entre sí los cerebros según el tipo de lectura y el idioma. Los que leen en inglés, por ejemplo, desarrollan las áreas del cerebro que permiten descifrar las formas visuales que un lector en español no desarrolla porque a diferencia del inglés, se leen y se pronuncian las palabras tal y como se escriben.
En 2009, la revista Psychological Science publicó un estudio llevado a cabo en el Laboratorio de Cognición Dinámica de la Universidad de Washington, en el que se trataba de descubrir lo que ocurre en tiempo real cuando se está ejercitando el cerebro con una lectura. Lo que se observó que la persona que lee simula mentalmente las distintas situaciones de la trama. «Los detalles de las acciones y sensaciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las experiencias pasadas.»
Las regiones del cerebro que se activan no son diferentes de las que se activan cuando observamos o imaginamos en el mundo real. Y esto es así porque leer no es una actividad natural. Lo natural para el cerebro humano es estar alerta y tiende a la distracción. Nuestros ancestros no se sentaban a mirar la luna, sino que estaban atentos a cualquier signo de amenaza o irregularidad en el entorno que pudieran advertir. Los objetos que forman parte del paisaje cotidiano apenas se perciben. Lo que buscamos son estímulos nuevos ya que quien careciera de esta habilidad tendría más riesgo de morir. Al morir, este sujeto no se reproduce, con lo cual hay que concluir que descendemos de humanos preparados para la incertidumbre y no para la monotonía de la lectura. Como señala Nicholas Carr: «Leer un libro significaba practicar un proceso antinatural de pensamiento que exigía atención sostenida, ininterrumpida, a un solo objeto estático. Exigía que los lectores se situaran en lo que el T. S. Eliot de los Cuatro cuartetos llamaba ‘punto de quietud en un mundo que gira’.» Nuestros cerebros han debido ser entrenados para concentrarse y no desviar su atención con un refuerzo de las conexiones neuronales que contrarrestasen la distractividad instintiva. “La capacidad de concentrarse en una sola tarea relativamente sin interrupciones”, escribe Vaughan Bell, psicólogo del King´s College de Londres, representa “una anomalía en la historia de nuestro desarrollo psicológico.»
Fuente
http://www.xatakaciencia.com/psicologia/leer-nos-cambia-el-cerebro-mas-de-lo-que-creemos