
Cuidar a otros es brindar apoyo y compañía, consolar, transmitir paz y serenidad, ayudarlos a encarar ciertos problemas que les aquejan. Para ello, el cuidador debe estar estable física y emocionalmente y para ello es necesario aceptar que se es otro sujeto, igualmente vulnerable, y que como tal debe protegerse a sí mismo para desarrollar de manera adecuada su actividad. Nuestra vulnerabilidad será la que nos indique cuáles son nuestros límites y debemos respetarlos, más tratándose de una situación en la que establecemos una relación de empatía con otro sujeto. La empatía hará que podamos darnos cuenta de lo que siente el otro, sus necesidades; es una experiencia inter-subjetiva , es compartir una experiencia y el soporte de lo conciente y de lo inconsciente. Es similar a un vínculo de apego. Es ponerse en el lugar del otro sin llegar a confundirse con él. Nos identificamos con él pero no nos simbiotizamos.
Cuidar de otro aumenta nuestra autoestima, nuestro narcisismo, lo mismo que le ocurre al que es cuidado por nosotros. Pero el riesgo es que nos «enganchemos» a nuestro papel y nos olvidemos de que también tenemos necesidades que deben ser tenidas en cuenta so pena de enfermarnos. Muchos de los adultos cuidadores han sido parentalizados en su infancia, como explica Boszormenyi-Nagy. Son niños a los que prematuramente se les carga con el cuidado de su padres, descuidando ciertos aspectos esenciales de su desarrollo. Esto hace del cuidador un cuidador vocacional que descuidará el potenciar la autonomía de la persona que tiene a su cargo convirtiéndolo en una «adicto-dependiente.» Este tipo de cuidadores niegan su propia necesidad de ser cuidados.
El otro motivo que puede hacer peligrar la salud del cuidador es que se vea obligado a cumplir ese rol. Tanto por exceso como por defecto de empatía, la eficacia y calidad de nuestros cuidados puede afectarnos en lo físico y en lo psicológico, por lo que ambas situaciones deben ser evitadas.
Debemos poder comunicarnos cognitiva y emocionalmente con la persona a la que cuidamos; la persona a la que cuidamos debe poder identificarnos con nuestras particularidades y aceptarnos incondicionalmente y nosotros a ella; debe poder confiar en nosotros, acogernos en lo afectivo y comprendernos. Y es importante que el contexto nos permita ser auténticos: no ser lo que no somos ni dar lo que no deseamos dar.
Fuente
http://www.sepypna.com/articulos/ser-cuidador-ejercicio-cuidar/3/