
Aunque de puertas afuera nos mostremos encantados de la vida con nuestro hijo, lo cierto es que ser padres primerizos puede ser difícil. Nadie está nunca del todo preparado para lo que implica tener un hijo, por mucho que hayamos hablado de ello, por mucho que hayamos leído, por muchos consejos sobre bebés que nos hayan dado.
Sales del paritorio y te vas derecho a tu casa con este nuevo ser, un auténtico desconocido, que a partir de aquí dependerá exclusivamente de ti. De ti y de tu pareja. Porque no debemos olvidar que, a partir de ahora, somos tres. Con la salvedad de que ahora tenéis un niño que depende completamente de vosotros y el cómo lo hagáis definirá su desarrollo como personita.
No es casual que esta situación afecte a vuestras relación de pareja. Tanto si la madre lo amamanta como si le dais el biberón, no se acaba todo en eso. Al niño hay que bañarlo, sacarlo de paseo, vestirlo, cambiarle los pañales, jugar con él, leerle cuentos, conseguir que duerma siestas, consolarlo de día y de noche cuando llora incluso cuando no sabemos muy bien por qué… Y eso implica horas y horas de abnegada ocupación que por lo general recae en las mujeres. Por norma los hombres no saben muy bien qué hacer. No saben cuándo están de más ni cuándo se los necesita. No saben con exactitud cuál es su lugar. Y para colmo de males en estas circunstancias de sexo casi ni se habla, al menos no hasta la cuarta semana tras el parto. En cualquier momento, sea lo que sea lo que estamos haciendo, el bebé puede interrumpirnos con sus ineludibles sollozos.
La solución a todo esto pasa porque la pareja esté bien consolidada cuando deciden tener un bebé. Y que hablen de ello. De sus expectativas, de sus miedos, de sus inseguridades. El rol de la madre es desde luego más decisivo, pero parte de ese rol es darle al padre su espacio para que él también se ocupe del bebé. Tener un hijo no es jugar a las muñecas, pero el hombre suele sentirse como si así fuera.
Las madres no tienen que autoexigirse el ser perfectas y ni siquiera que las cosas se hagan a la perfección. Bastará con que lo que hagamos lo hagamos con ternura y con las mejores intenciones. Nuestros bebés sabrán perdonarnos nuestros fallos. Normalmente las madres que quieren que todo sea perfecto son las que no ceden su lugar al padre «porque no sabe». Y es esta conducta la que deja al padre aislado con las consiguientes nefastas consecuencias para los tres. No hay nada peor que un padre ausente. Y una madre ausente, o que sufre una depresión tampoco son aconsejables.
Por eso mismo la mujer debe mentalizarse acerca de que deberá conciliar su vida familiar con la profesional en mayor medida que su pareja. Eso es una realidad pero los tiempos han cambiado y ahora es más fácil de lo que fue nunca repartirse las responsabilidades y apoyarse mutuamente para que ni el padre ni la madre pierdan el rumbo de sus carreras profesionales o laborales.
Lo suyo es aceptar que ahora el centro de atención es el niño y que si no prestamos suficiente atención a nuestra pareja no es porque haya dejado de importarnos, o por falta de cariño, sino porque simplemente, las cosas han cambiado y hay que tener paciencia y ser comprensivos en lugar de sentirnos desplazados o sentir celos infundados.
Turnarse para atender al niño puede facilitar el que una vez uno, una vez el otro, descanséis un poquito. También podéis aprovechar cualquier ayuda que se os ofrezca para dejar al niño en buenas manos mientras compartís un momento de intimidad.
A veces os parecerá que esta situación será así para siempre olvidándoos que es solo pasajera. El niño irá creciendo y cuando menos lo esperéis sabrá arreglárselas solo para muchas faenas. Pero lo importante es que logréis disfrutar de cada etapa porque no volverá a repetirse nunca, al menos no con el primer hijo.
Si la situación es caótica y no podéis controlarla (desajuste de horarios, lloros interminables, discusión entre vosotros o con terceros acerca de la crianza del niño, no aceptación del niño por parte del padre o de la madre), lo mejor es que consultéis con un profesional.
«Aunque nunca será igual que antes, poco a poco iréis recuperando una vida más propia y parecida a la anterior y comenzaréis a ver las alegrías y la felicidad de compartir la educación y el cuidado de un nuevo ser que las dificultades que conlleva.»