Aunque resulte paradójico, es durante el invierno cuando la piel y el cabello más hidratación necesitan.
En el rostro el frío provoca sensación de tirantez, escozor e incluso granitos. La causa es la vasoconstricción de los capilares. Llega menos oxígeno, se ralentiza la regeneración celular, y se acumulan células muertas que ejercen de barrera, no importa el tipo de piel que tengamos, aunque el efecto es más pronunciado en las pieles sensibles que se ven afectadas por el cambio de temperatura habitual en esta época del año en la que se encienden las calefacciones. Lo primero que se nota es el enrojecimiento de la piel muy en especial en las personas con tez clara. Tras la higiene diaria y la aplicación de un tónico facial que reequilibre el Ph es necesaria la máxima hidratación posible. Se puede aplicar una crema antibacteriana y reparadora que contenga cobre, zinc y sufalcrate.
En cuanto a las manos, éstas también sufren los embates del frío. Hay que aplicar crema varias veces al día y abundantemente por la noche. Una idea es irse a la cama con las manos bien hidratadas y con guantes de algodón para recuperar la tersura.
Los labios conviene no humedecerlos con la lengua ya que la saliva elimina la protección natural de los mismos. Tampoco es aconsejable tirar de la piel muerta como no sea durante la ducha con un exfoliante o un cepillo de dientes suave.
Y en lo que se refiere al cabello, la irrigación disminuye a causa del frío y las personas con poco pelo lo sufren en mayor medida ya que el frío ataca directamente al cuero cabelludo llegando a provocar quemaduras en los esquiadores. Lo ideal es usar champús con cremas protectoras y sprays con protección solar. Si el cabello se vuelve quebradizo y de aspecto mate conviene tratarlo con keratina y creatina una o dos veces al mes. La keratina es un reconstituyente que alisa además la fibra capilar, y le aporta cuerpo, volumen y materia al cabello.