
En los últimos años del siglo XX existía un miedo a que los ordenadores fallaran en reconocer le entrada del año 2.000, lo que crearía un colapso del sistema informático global. Este presagio, sin embargo se quedó en nada, mientras que un peligro aún peor, ocasionado por el uso de pesticidas en la agricultura, haya ido diezmando las poblaciones de abejas lo amenazando seriamente la cadena alimentaria, sin que, de momento se haya creado un estado de alarma ni parecido al del famoso “efecto 2.000”.
El peligro en cuestión en cuestión se conoce como “Problema de colapso de colonias” es un fenómeno silencioso, pero que se lleva observando desde el año 2.000. Consiste en la desaparición drástica de una gran cantidad de las abejas obreras de una colmena, una tendencia en aumento que se disparó en el año 2006, encendiendo las alarmas entre los apicultores norteamericanos, y que en 2007 se observó en Francia, Grecia, Holanda, Italia, Portugal y España.
El problema de la de las abejas va mucho más allá de la extinción de una determinada especie, pues la abeja es un eslabón indispensable en la cadena alimentaria. Las abejas son las encargadas de la polinización del 80% de las especies vegetales que existen. Si desaparecieran las abejas, la consecuencia más directa sería la desertización, con lo que ello supondría para la alimentación de la humanidad. Einstein advirtió hace años, que si las abejas desaparecieran el hombre se extinguiría en unos 5 años.
Los pesticidas, una posible causa
El fenómeno de la desaparición de las abejas ha sido estudiado durante años por diversos científicos que han encontrado diferentes causas en el descenso de las poblaciones de las colmenas, pero que, en buen numero señalan a los pesticidas utilizados en las explotaciones agrícolas, como uno de los principales causantes del exterminio de las abejas.

Estudios científicos de la Universidad de Stirling en el Reino Unido llegaron a la conclusión de que los insecticidas de tipo neonicotinoide, un tipo de veneno contra las plagas de insectos, que se extendió en los años 90 hasta ser usado en la mayoría de los cultivos del mundo, ataca el sistema nervioso central de las abejas, lo que provoca una reducción de la producción de miel y un descenso considerable de la natalidad en las colmenas.
Los científicos británicos, tras exponer a las abejas a niveles bajos de neo nicotinoides observaron que, después de 6 semanas, el peso dela cera, miel y las abejas de las colonias expuestas al veneno era entre un 8% y un 12% menor que el de las colonias no expuestas al veneno.
Pero aún más preocupante fue la conclusión de que el índice de natalidad de la abeja reina envenenada se había reducido un 85% en relación a la natalidad media de las abejas.
Problemas de desorientación
Un segundo estudio, realizado esa vez por el Instituto de Investigación Agrícola de Francia, constató, además que los pesticidas trastornan el sentido de la orientación en las abejas impidiendo que regresen a sus colmenas, lo que les causa la muerte.
Los biólogos franceses colocaron microchips en abejas para estudiar su comportamiento, y llegaron a la conclusión que las abejas infectadas por insecticidas eran de dos a tres veces más propensas a morir fuera del nido, porque el pesticida había dañado su sistema de orientación.
Asimismo, mediante un modelo matemático de simulación de dinámica poblacional de estos insectos, el Instituto concluyó que las consecuencias del envenenamiento d abejas por pesticidas serían unos descensos bruscos en el número de poblaciones, difíciles de recuperar.