La manteca de karité es un regenerador natural que previene el envejecimiento de la piel y del cabello. Es hidratante y nutritiva y protege la piel de las radiaciones del sol y del frío.
Sus principales componentes son: el ácido palmítico, el ácido oleico, el ácido linoleico y una fracción de insaponificable que es lo que le confiere su capacidad hidratante y emoliente; también contiene antioxidantes (vitamina E y catequinas), alcoholes tritepérnicos que reducen las inflamaciones, ésteres de ácidos cinámicos que tienen capacidad de absorber la radiación ultravioleta y lupeol, que reduce los efectos del envejecimiento de las proteínas de la piel.
En África se la emplea desde tiempos inmemoriales como mantequilla y en Europa se la utiliza para preparar productos cosméticos. Su nombre botánico es Butyrospermum parkii en honor a Mungo Park que fue quien la trajo a Europa a finales del siglo XVII.
Sus propiedades son múltiples. Actúa sobre la piel como una fina lámina que evita la deshidratación de la piel y la protege de las agresiones externas. Calma las pieles irritadas, previene la aparición de estrías durante el embarazo y de grietas en el pecho durante la lactancia. También protege la piel del bebé de la fricción de los pañales. Es muy útil para la tratar los labios resecos o la nariz irritada. Es muy efectiva también para tratar las callosidades de articulaciones de codos y rodillas, dedos de los pies, talones y uñas y para la recuperación rápida de los músculos mejorando el drenaje y la eliminación de toxinas. Posee un intenso poder hidratante sobre el rostro y el cuerpo y mejora la elasticidad de la piel. Dado su efecto anti-irritante es aconsejable para las alergias y la aparición de llagas. Es un excelente protector solar y bronceador de larga duración incluso en pieles acneicas.
En cuanto al cabello, la manteca de karité lo protege del sol y tiene un efecto regenerador reestructurando la estructura capilar, aportando brillo, suavidad y volumen.
Fuente e imagen
www.inkanat.com