
La obsesión es un trastorno que se caracteriza porque el sujeto no puede evitar la irrupción en el pensamiento de un sentimiento le resulta morboso y que proviene de su propia actividad psíquica. Este pensamiento persiste por más o menos tiempo en contra de la voluntad conciente del sujeto y a pesar de los esfuerzos que realiza por desembarazarse de él.
Fue el analista J. Falret quien introdujo el término para describir cómo ciertas ideas patológicas asedian la conciencia del paciente. De hecho durante mucho tiempo se creyó que era una patología de la voluntad hasta que Sigmund Freud le dio otra explicación, individualizando la neurosis obsesiva.
Cabe destacar que la obsesión está normalmente ligada a la compulsión que es una acción que el sujeto no puede dejar de realizar. Es decir, la obsesión está relacionada con las ideas y la compulsión a los actos.
La neurosis obsesiva compulsiva es uno de los grandes cuadros en que se ocupa la teoría psicoanalítica. Hay ideas obsesivas, compulsión a realizar actos no deseados, lucha entre estos pensamientos y las tendencias a no penar en ellos, y ceremonias conjuratorias. El pensamiento se caracteriza por la rumiación mental, la duda, los escrúpulos y conduce a una inhibición del pensamiento y de la acción. «He debido comenzar mi trabajo por una innovación nosográfica. Al lado de la histeria, he hallado razones para situar la neurosis obsesiva [Zwangsneurose] como afección autónoma e independiente, aunque la mayor parte de autores clasifican las obsesiones entre los síndromes de la degeneración mental o los confunden con la neurastenia», explica Freud entre los años 1894-1895. Para Freud las dudas e inhibiciones son consecuencia de un conflicto que moviliza y a la vez bloquea las energías del sujeto.