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Desesperada

Las amistades peligrosas. Estrategias de supervivencia

18 enero, 2013
Análisis de la película Las amistades peligrosas

Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos llevada a las pantallas por Stephen Frears y protagonizada por Glenn Close, John Malkovich, Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves, Uma Thurman es magníficamente analizada por Álvaro A. Rodríguez S. poniendo el acento en las relaciones entre literatura y género e intentando responder a una serie de cuestiones que siguen vigentes: el papel de la mujer en la sociedad, la diferencia entre lo público y lo privado, la norma social respecto de hombres y mujeres, las diferencias entre la moral explícita y la tácita, y cómo el propio autor sitúa a los personajes en cuanto al poder y la sumisión en su época.

La acción transcurre en la Francia del siglo XVIII, momento en que se está gestando la Revolución en Francia y que acabará con el hundimiento de una forma de vida, de una forma de entender la sociedad y las relaciones entre las personas, y el autor aprovecha bien la situación, llevado por su propia frustración (no pertenece a la aristocracia, no pertenece a la nobleza; es simpatizante de las ideas republicanas), para lanzar una daga, escandalizar, exhortar a la liberación, a la reflexión y a un posible cambio en una sociedad católica, pero hipócrita y viciada.

«¡Oh, mujeres! Acercaos y acudid a oírme. Que vuestra curiosidad, dirigida por una vez hacia objetos útiles, contemple las ventajas que os dio la naturaleza y que la sociedad os arrebató. Acudid a saber cómo de compañeras naturales del hombre llegasteis a ser esclavas; cómo, caídas en ese abyecto estado, llegasteis a complaceros en él y considerarle vuestro estado natural (…) no esperéis ayuda de los hombres autores de vuestros males (…) Aprended que sólo se sale de la esclavitud a través de una gran revolución. ¿Esta es posible? Vosotras debéis decirlo, ya que depende exclusivamente de vuestro valor. ¿Es verosímil? Me callo sobre este punto.»

La suya es una novela epistolar entre la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont, «dos aristócratas demoniacos, genios del mal más abyecto, dioses de su pequeño mundo social con la capacidad de trazar el destino de hombres y mujeres haciendo uso de sus palabras y sus apariencias.» que tuvo, a partir de su publicación en 1782, un éxito rotundo. Son estos dos personajes los que hilan la trama y dan lugar a los acontecimientos llevados por sus propias frustraciones, caprichos y rivalidad en lo que entran en juego el placer y la devoción como «ejes axiológicos de la obra». No hay visos de la miseria que rodea a la nobleza. Todo transcurre en el circuito cerrado en el que viven los miembros de esta casta y es en ese circuito en el que se reparten los papeles que ha de cumplir cada uno de los personajes que, aunque aparentemente son de su libre arbitrio, están predeterminados por el contexto social. O bien disfrutarán de libertad física en oposición al mundo (siempre tras una discreta máscara) o bien de libertad espiritual y en paz. Porque es la aceptación social la que determina la virtud de tal o cual. Lo que importa es cumplir con las normas no importando de qué forma. «En este escenario los personajes hacen uso de sus estrategias para permanecer en sociedad; devotos y pecadores, hombres o mujeres, se saben poseedores del poder moral, de la fuerza del espíritu y de la educación; o del poder de la apariencia, de la mentira; ambos determinados por su entorno. Paradójicamente lo que es poder en los personajes, también es sometimiento.» El que se salga del patrón, en cualquier caso, recibirá su merecido castigo.

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Existen pues en la obra virtuosos, corruptos e inocentes, como aclara el autor del artículo para a continuación dejar claro que lo que no está permitido es ser inocente: «La inocencia en la mujer es un valor de cambio: …»a las mujeres se las consideraba propiedad sexual de los hombres, cuyo valor disminuiría si las usaba alguien que no fuera su propietario legal. Desde este punto de vista, el honor masculino dependía de la castidad femenina.» Y es a ese juego concretamente al que juegan los protagonistas: a erradicar la inocencia de sus víctimas. «Hombres y mujeres poseen o deben poseer estrategias de poder para sobrevivir en una realidad social que no acepta la honestidad y no perdona la inocencia.» Las virtuosas deberán atenerse a las leyes y proteger su nombre y las corruptas lograrán mantenerse tras su fachada mientras no sucumban tal y como le sucede a la Marquesa de Merteuil una vez el Vizconde de Valmont, antiguo amante y actual cómplice, muere. Ambos desoyen las normas. Ambos sucumben en cuanto han traspasado la delgada línea de lo aceptado. Roto el pacto, la Marqueza deberá quitarse la máscara en público para ser abucheada y el Vizconde tendrá que batirse en duelo y morir. Lo que los ha perdido a ambos, es la posibilidad misma del amor. Porque aunque en lo más oculto de sí misma, la Marqueza ama al Vizconde y éste cae enamorado de sus víctimas. La ingenuidad y la entrega los confunden. A pesar de todo ello, quizás sin desearlo, Choderlos de Laclos nos hace ver que «el amor placentero solo es posible a través del engaño.» De alguna manera de Laclos «se inscribe en la tendencia ilustrada del siglo XVIII de reflexionar sobre lo femenino sin dejar que la mujer real se exprese realmente.»

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Fuentes
http://johannes-esculpiendoeltiempo.blogspot.com.es/2011/05/las-amistades-peligrosas-dangerous.html
http://artigoo.com/poder-y-sometimiento-en-las-amistades-peligrosas

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