
Tras la Primera Guerra Mundial faltaban hombres y así es como nacieron las flappers. Las mujeres hacían todo lo que podían para conquistar a los pocos hombres que quedaban con vida.
El fin de la guerra supuso años de liberalismo, agitación política y de intercambio a todos los niveles entre Europa y América y viceversa incluyendo el jazz. La mujer se incorporó al trabajo y esto se tradujo en un drástico cambio de moda. Ahora se llevaba el pelo cortado a la garçonne y los trajes eran más sencillos para que pudieran moverse y caminar con más facilidad. La mujer relega a un segundo plano su función de madre y esposa y sueña con ser actriz o bailarina o al menos, parecerse a ellas. El feminismo y la actitud independiente e irreverente de las mujeres serán heredadas por las generaciones venideras. La aristocracia ya no es el modelo a seguir. Ahora el modelo lo imponen los pintores, los artistas y los escritores: F. Scott Fitzgerald, Anita Loos, John Held, Clara Bow, Norma Talmadge…
Con la Ley Seca en América se cierran los bares y los cabarets pero en su lugar surgen clubs de jazz privados en los que todas formas se consume alcohol como signo de rebeldía contra la autoridad.
Las flappers son andróginas, promiscuas, provocadoras e inmaduras. Fuman con largas boquillas, consumen cocaína, beben alcohol y tienen citas. Les gusta conducir coches rápido o motocicletas y organizan petting parties (sexo sin coito).
La palabra flapper se empezó a usar en Inglaterra pero no se sabe exactamente el origen de la palabra. Puede que haga alusión a las crías de ave cuando empiezan a volar o puede que tenga que ver con la manera de referirse a las impúberes o adolescentes a las que aun no les ha crecido el vello corporal. En Estados Unidos se creía que provenía de una moda de usar zapatos de prostíbulo de tacón de aguja. La primera vez que se usó la palabra flapper fue con The Flapper, la película de Olive Thomas de 1920 en la que se retrataba el estilo de vida de estas jovencitas.
Su manera de vestir era una de las cosas que las distinguía. Las flappers usaban un corte de pelo y un estilo de ropa masculinos. Al comienzo se impuso el llamado bob cut, más adelante el Eton crop, más corto aun, y finalmente se impuso el estilo de Josephine Baker, liso en la raíz y lleno de rizos a la altura de las orejas, ideal para llevar sombreros Cloche. Se teñían el pelo de azabache, rubio platino o rojo. Al contrario de lo que se cree no acabaron con los corsés sino que los adaptaron para reducir pechos y caderas, tener un cuerpo sin formas para dar una imagen infantil, de efebo, frágil y varonil. El corsé llevaba liguero para sujetar las medias de seda negra o blanca. Los vestido eran vaporosos, con escotes pronunciados, dejando los brazos descubiertos y con cinturones caídos para acentuar la delgadez. Los vestido llegaban justo por debajo de la rodilla para que al bailar o caminar se vieran las rodillas. Pero lo más importante ahora eran los complementos: piezas de Art Deco, muchos collares y perlas, guantes largos, bolsos para la calle, sombreros Cloche de fieltro o de paja para el verano, estolas, anillos, broches y zapatos con tacones. El gran evento era sin embargo el maquillaje. Lo que antes se reservaba para actrices y prostitutas ahora se generaliza. Se blanquean la piel con polvos de talco, y resaltan los labios con rojo carmín. En los ojos no podía faltar el delineador negro. Con el éxito de Coco Channel comenzó la moda de broncearse y se abandonó la moda de los polvos de talco.
Los tejidos comenzaron a abaratarse y mujeres de las clases bajas podían imitar a las flappers gracias a la aparición de revistas de patronaje. Ellas mismas se hacían incluso sus trajes Chanel.
Pero todo esto se acabó con la crisis del ’29 y la Gran Depresión que supuso una regresión conservadora y un nuevo auge de la religión que dieron por tierra con la moda de los ’20 y las flappers en particular no sin dejar huella para la futura integración de la mujer en el mundo occidental.