
Problemas familiares, económicos, con la pareja, en el trabajo… forman parte de la vida pero hay que saber afrontarlos evitando que se conviertan en el centro de nuestros pensamientos hasta formar un peligroso círculo, llego de negatividad, que acabe afectando a nuestra salud física y mental.
El estar preocupado genera un estrés difícil de soportar. Está comprobado que el estado de nerviosismo permanente, al que llega una persona abrumada por las preocupaciones, pone en riesgo su propia salud en todos los sentidos. Ansiedad, taquicardias, dificultades respiratorias, trastornos alimenticios… son señales de alerta que indican que algo no va bien en nuestro organismo, pero que en muchos casos, no tienen una causa física ,sino que tienen su origen en el hecho de darle vueltas una y otra vez a un problema que nos quita el sueño y para el que no encontramos solución.
Algunos psicólogos ya utilizan el término “rumiar” para referirse a esa situación en la que una persona queda paralizada frente a un problema, sin poder actuar para intentar encontrar una solución, pero sin ser capaz de quitárselo de la cabeza.
Salud mental y preocupaciones
No hay que ser alarmistas. En un momento dado todas podemos tener un tema que nos preocupa y que nos hace estar más irritables, menos atentas a cuestiones cotidianas o simplemente afectar a nuestro descanso, pero cuando las preocupación se instala y nos afecta profundamente, puede deteriorar no solo nuestra salud física sino también la mental. Entre las enfermedades con un claro componente mental derivado de las preocupaciones constantes destacan:
– Insomnio y alteraciones del sueño. No descansar bien por las noches es uno de los síntomas evidentes de que el cerebro no está desconectando lo que debería.
– Depresión. Es un problema de salud mental y emocional grave. La sensación de impotencia y desasosiego que provoca una situación de preocupación constante puede ser el desencadenante.
– Deterioro cognitivo. En determinados casos, la falta de concentración o incluso la pérdida de memoria, puede estar relacionada con el estrés mental derivado de la incapacidad para mantener en su justa proporción aquello que nos preocupa.
– Fobias y obsesiones. Su origen puede ser de lo más variado pero son muchos los estudios que apuntan a que cuando un problema se convierte en una obsesión no solo su resolución resulta aún más compleja, sino que además puede llegar a provocar un importante daño emocional y psicológico.
Cómo evitar que los problemas afecten a tu salud mental
Es imposible no preocuparnos por los problemas cotidianos que nos afectan, pero hay una serie de medidas que pueden ayudar a mantenerlos “a raya”. Cuando el estrés y la ansiedad nos sobrepasan, pueden ser necesarias terapias específicas, pero antes de recurrir a ellas algunas actividades y actitudes que pueden ayudar son:
– Intenta ser objetiva, valorando los problemas que te agobian de uno en uno. Prueba incluso a “puntuarlos” del uno al diez. Verás que no todos tienen el mismo grado de gravedad ni merecen los mismos desvelos.
– Haz deporte. La actividad física puede resultar una ayuda inestimable a la hora de lograr que te centres en superar pequeños retos personales que contribuyan a elevar tu autoestima relativizando cualquier problema.
– Habla y comparte tus preocupaciones. Lo peor que puedes hacer es darle vueltas una y otra vez en soledad a aquello que te preocupa. Cuéntalo a quien tú quieras y obtén, así, otros puntos de vista que tal vez no hayas tenido en cuenta.
– Piensa en lo bueno. Claro que hay motivos para estar preocupada, pero mira a tu alrededor y descubre la cantidad de cosas buenas que merecen la pena y compensan cualquier situación poco favorable.