Aunque los embarazos en la adolescencia han disminuido desde 1990 gracias al masivo uso de condones y otros preservativos, siguen siendo una tendencia preocupante. Los niños y niñas de entre 12 y 14 años suelen ser más propensos que adolescentes algo más mayores a mantener relaciones sexuales no planeadas y a ser convencidos de mantenerlas, pero dos tercios de los embarazos adolescentes se dan entre los 18 y 19 años.
Los riesgos más acuciantes son: el tener una edad demasiado temprana, un rendimiento académico muy por debajo de la media, problemas económicos, el convertirse en padres solteros y el tener un compañero masculino mayor. El embarazo en adolescentes viene asociado a una mayor tasa de morbilidad y mortalidad tanto para la madre como para el hijo. La muerte por violencia de género es mayor en adolescentes embarazadas y se da con mayor asiduidad en adolescentes que en cualquier otro grupo de edad. También tienen mayor riesgo de morir o padecer complicaciones en el parto. La prematuridad del embarazo juega un papel crucial en el bajo peso de los niños al nacer así como el crecimiento inadecuado del feto. El riesgo de que el niño muera en el transcurso del primer año es muy elevado.
Las opciones para la madre adolescente deben considerarse con cuidado: desde el aborto, hasta criar al niño con el apoyo de la familia pasando por dar el niño en adopción. Esto puede requerir varias consultas, ya sea solo con la adolescente, ya sea involucrando a los familiares o a la pareja, y planteando las opciones de manera imparcial.
Las embarazadas adolescentes que son incluidas en programas especializados suelen tener bebés más sanos. Estos programas incluyen la valoración del consumo de drogas, alcohol y tabaco y ofrecen ayudas para abandonar estos hábitos. También se las informa sobre alimentación adecuada, ejercicio físico y descanso. Tras el parto es importante que reciban información sobre métodos anticonceptivos para prevenir nuevos embarazos no deseados. Asimismo se las debe estimular a seguir formándose y a que asistan a programas educativos para ser mejores madres y poder así ocuparse emocionalmente y económicamente de su hijo. Normalmente, estas adolescentes tienden a vivir en la pobreza, a tener más hijos y a atrasarse en sus estudios. Las que tienen antecedentes de abuso de sustancias suelen recaer a los seis meses tras el parto.
Por otra parte, los hijos de madres adolescentes tienen más propensión a padecer problemas de salud que los hijos de madres algo más mayores y las hijas suelen convertirse en madres adolescentes igual que sus propias madres.