
La mujer de hoy se mueve en un ámbito cada vez más competitivo y al mismo tiempo tiene mayores expectativas de vida. Por ello aunque es más independiente, es más exigente con los demás y consigo misma. Pero se enfrenta a los problemas de siempre: la vejez, la economía y la soledad aun cuando haya logrado avanzar en casi todos los terrenos sobre todo en lo que se refiere al desarrollo personal. Pero esto ha incidido en sus relaciones interpersonales, con la pareja en particular, y con la cual es necesario alcanzar un equilibrio en cuanto a los roles de cada cual, lo que depende de las ganas que se tengan, de que se tengan buenos hábitos, autodominio, capacidad de comunicación, paciencia y capacidad de amar.
Superar el temor a la vejez va más allá de la estética o de la apariencia externa. Es necesario revisar con perspectiva lo que hemos hecho de nuestras vidas, comprender lo que somos o hemos llegado a ser y entender cuál es el propósito que perseguimos. Ser concientes de nuestros logros y de nuestras virtudes, y también de aquello en lo que hemos fallado para enmendarlo. A partir de ahí podemos establecer metas reales coherentes con nuestros objetivos y saber cuáles son nuestros límites y nuestro ritmo. Lo que puede enfermarnos es el distress, la incapacidad para encontrar un equilibrio entre el trabajo y la convivencia con otras personas con las que debemos plantear pautas claras. De lo que se trata es de estipular pequeños objetivos e ir paso a paso teniendo clara cuál es la dirección. Cuanto más grande sea el desafío, mayor será la satisfacción si lo alcanzamos.
En cuanto al sentimiento de soledad, éste puede ser muy doloroso, pero si ganamos en autoestima, la soledad puede enfrentarse como un oportunidad para la creatividad.