
Ellos creen que nosotras no podemos arreglarnos solas en casa cuando se trata de enroscar una bombilla o montar una estantería, usar el taladro y el martillo. Se equivocan. Muchas mujeres que viven solas (y muchas que vivimos en pareja), hacen todas esas tareas y muchas más.
En cambio nosotras sí creemos que ellos pueden cocinar, planchar, lavar y tender la ropa. Cuestión de buena voluntad y de que alguien les enseñe.
Ellos creen que nosotras no podemos hacer cosas que requieran fuerza física y que sentimos pavor por los desperfectos eléctricos y esas cosas. La idea les viene por esa costumbre que tenemos de remontarnos a la prehistoria cuando ellos salían de caza y a nosotras nos tocaba quedarnos en casa para criar a nuestros hijos.
Pero los tiempos han ido cambiando y no siempre necesitamos recurrir a un técnico, es decir, a un hombre, ni a un vecino, pareja, hermano, sobrino o tío.
Los roles existen, y eso es un hecho, pero no precisamente en este campo.
De hecho, hace algunos años era un milagro ver a una mujer trabajando en una obra de construcción. Y un automovilista se sorprendía si veía a una mujer en el servicio técnico.
Cada vez son más las mujeres que se decantan por los estudios técnicos. Hay países, como Argentina, que de diez alumnos, 3 son mujeres. Eligen especialidades como la informática, maestro mayor de obras e instalaciones electromagnéticas. A finales de 2009 egresaron cerca de 500 mujeres de la especialidad de mantenimiento de aeronaves.
Por lo tanto, podemos hacer lo que nos da la gana.