
¿Eres capaz de hacer cualquier cosa por algo o alguien que te interesa? ¿Eres sexualmente insaciable? ¿Quieres ser la heroína de la historia? ¿Cómo te ves? ¿Como una mujer bondadosa o algo malvada, maquiavélica, que no cede ante nada para lograr sus propósitos?
Las mujeres fatales o vamps como se las llama en Estados Unidos, han existido siempre, ya sea en la realidad o en la mitología empezando por la sumeria Ishtar y la bíblica Dalila.
Luego se hizo omnipresente en las obras de Oscar Wilde, Edvard Munch y Gustave Klimt lo que algunos consideran como una contrarrevolución ante los movimientos feministas. También reaparecerá en el cine negro. Su contrapartida masculina podrían ser Heathcliff de Cumbres Borrascosas o algunos personajes de Lord Byron.
La palabra vamp, apócope de vampire, se aplica en general a mujeres extranjeras capaces de dejar a su víctima como una sombra de sí mismo por la explotación sexual y económica en que lo sumen.
Pero sin llegar a esos externos, podemos ser femmes fatales porque explotamos nuestra sensualidad, nuestras armas de seducción, somos atractivas y suspicaces. Esto no tiene que ver estrictamente con el aspecto físico, aunque también, sino con una actitud. Debes sentirte segura de ti misma, no dejarte enredar por el qué dirán, ser independiente y ser conciente de quién eres. Debes sentirte maravillada de conocerte a ti misma.
No debes decir todo lo que se te pasa por la cabeza sino guardar un halo de misterio lo que te vuelve más sexy. Debes saber jugar, perder, ganar y divertirte. Lo importante es ser enigmática, exhalar cierto magnetismo y destacar por tu atuendo. Normalmente ropa oscura y provocativa, no importa si tu cuerpo no es perfecto. Debes conseguir hacer del defecto un efecto.
Sé inteligente, sé original, sé una mujer preparada con tus ideas propias y no hables por hablar.