
Algunos signos de envejecimiento que comienzan a evidenciarse a partir de los 40 se manifiestan en la piel. Entre ellos, la flacidez, las arrugas, la aparición de manchas y también de verrugas.
Las verrugas o queratosis seborreica o senil son pequeños tumores benignos que pueden aparecer en la cara, el cuero cabelludo o el tronco o en cualquier otra parte del cuerpo exceptuando las palmas de las manos o las plantas de los pies. Su tonalidad suele ser más bien oscura y se trata de ligeras manchas lisas o con algo de relieve en forma de coliflor y de aspecto grasiento (de ahí que se las denomine seborreicas) de las que se desconocen las causas aunque se cree que pueden responder a una predisposición hereditaria.
No duelen aunque pueden irritarse y ser molestas. No es necesario quitárselas a menos que la persona sienta que afean su estética, pero no hay pomadas para hacerlo. La única manera de eliminarlas es mediante la crioterapia, la cirugía o el láser entre otras opciones.
La crioterpia o electrocoagulación se aplica con anestesia local. Tras la misma queda una quemadura que suele curar al cabo de 7 ó 10 días después de lo cual queda una mancha rosácea que perdura unos tres meses que se convierte, finalmente, en una leve mancha algo más pálida que la piel circundante. Consiste en congelar la verruga para conseguir que necrose. Ocasionalmente es necesario repetir el tratamiento. Los posibles efectos secundarios son normalmente leves (ampollas, lesiones, infección, sangrado). De aparecer otros síntomas, como ser dolor, fiebre o pus, hay que consultar con el profesional de referencia.
Aunque las verrugas no pueden ser malignas, siempre conviene revisar la piel en busca de manchas que levanten nuestras sospechas ya sea porque son asimétricas, porque sus bordes son irregulares, porque su diámetro es mayor de 6 mm, o porque van presentando cambios en su aspecto.
Las verrugas se diagnostican con un simple examen clínico o mediante una biopsia o dermatoscopia.