En lo que a vestidos de novia se refiere, el blanco sigue siendo el rey en las pasarelas. Y el estilo, romántico. Las tendencias son variadas, sin embargo, lo importante es que tú te sientas tú misma y evites disfrazarte intentando llevarlas todas y al pie de la letra.
El día de tu boda no es el más propicio para innovar. Si no lo haces a diario, menos en una ocasión tan especial. Es verdad que se llevan incluso pantalones, pero estos son más adecuados para una boda de civil que para una boda por la Iglesia. Los pantalones pueden acabar en cola y conjuntar con una capa de crepé y camisa de encaje con top con perdería como el disñeado por Azzaro. También se llevan los trajes de dos piezas: top con cristales y falda con flores y pailletes superpuestas en tonos pastel, pamela con tul y guantes transparentes.
Porque sí se puede añadir una nota de color como el nude o el rosa en los complementos.
Si eres bajita y menuda te favorecen los vestidos vaporosos sin volumen ni adornos, y con mangas cortas o sin mangas. Si tienes mucho pecho, opta por un escote en pico, y sin tienes poco, por un escote cerrado. Si eres alta y con espaldas anchas, decántate por una falda con volumen y de un tejido con mucho cuerpo. Si tu silueta es recta recurre a un corte imperio. Si tienes caderas anchas, lleva un vestido vaporoso o con corte en la cintura.
Lo que en cualquier caso debes evitar es llevar un vestido incómodo como por ejemplo un corsé demasiado ajustado, un palabra de honor que no se ciña a tu cuerpo o un tejido que pique.
Los tejidos que marcan la tendencia son el crepé, los georgettes, el tul y los encajes bordados. En trajes amplios, tafetas, brocados y otoman.
Enseñar sí, pero lo justo. Lo importante en palabras de Jean Paul Gaultier es no caer en la vulgaridad.
Y en cuanto al velo, es obligatorio si te casas por la Iglesia. Lo ideal, que tengan bordados o sean mantillas de color.